En la actualidad, la inteligencia artificial pasó de ser un concepto casi inalcanzable a convertirse en una herramienta que impacta significativamente en múltiples ámbitos de nuestra vida. La psicología no es ajena a esta revolución, la IA se presenta como un aliado que amplía las posibilidades de evaluación, diagnóstico e intervención, pero también nos lleva a plantearnos cuestionamientos éticos y desafíos que requieren una reflexión profunda.
En América Latina, distintas investigaciones reflejan que existe un interés institucional y académico por la integración de tecnologías digitales en salud mental. Se han evaluado chatbots como apoyo en depresión y ansiedad en estudiantes universitarios y se han realizado revisiones en países como Brasil, Chile, Colombia, México y Perú para explorar la viabilidad de estas intervenciones.
Además, encuestas regionales señalan que cerca del 80 % de los profesionales de la salud consideran que la IA transformará de manera significativa su ejercicio, lo que evidencia una apertura creciente hacia su incorporación.
En el Ecuador un estudio reciente identificó doce herramientas de inteligencia artificial con potencial de aplicación en psicología asistencial, orientadas a apoyo clínico, acompañamiento emocional y optimización administrativa.
Así mismo, aunque el uso aún no está masificado, su evaluación demuestra que la IA ya forma parte de los debates académicos y profesionales en el país, marcando una ruta hacia la innovación en la práctica psicológica.
Mientras tanto, la revolución tecnológica trae consigo varios dilemas, que nos invitan a mantener una postura crítica y responsable.
Finalmente, la psicología, sigue siendo profundamente humana. La IA puede convertirse en un puente que acerque la atención a más personas, reducir tiempos en procesos diagnósticos y apoyar la investigación científica. El reto está en integrar la tecnología sin perder de vista el valor insustituible del encuentro humano, del escuchar y del acompañar.